No son pocas las actrices famosas que han decidido probar suerte también tras la cámara en este siglo XXI, algunas de forma esporádica, otras de forma más consistente: Shirley MacLaine, Diane Keaton, Jodie Foster, Angelina Jolie, Natalie Portman, Kristen Stewart, Olivia Wilde, Maggie Gyllenhaal, Greta Gerwig, entre otras. Pero este fenómeno se ha reproducido en España, donde quizás tuvo como pionera a la valenciana Helena Cortesina, y luego llegarían otras actrices como Ana Mariscal, tal como recordamos con su alabada película El camino (1963). Y ya en las últimas décadas aparecen los nombres de Iciar Bollaín, Silvia Munt, Leticia Dolera, a los que acaba de sumarse Paz Vega.
La sevillana Paz Vega tiene una amplia filmografía como actriz, bajo la dirección de destacados directores españoles (Julio Medem, Pedro Almodóvar, Vicente Aranda, Emilio Martínez-Lázaro, Javier Balaguer, Ray Loriga,…) y extranjeros (James L. Brooks, Paolo y Vittorio Taviani, Frank Miller, Danis Tanovic, Michael Cuesta, Lee Tamahori,…). Y ahora nos ha regalado su aclamado debut como directora y guionista con la película Rita (2024), una historia inmensamente trágica de una familia bajo la tierna mirada de sus dos hijos pequeños. Una historia que representa esa violencia machista que tantas infancias truncó y que no ha desaparecido.
La película nos sitúa en Sevilla, en el mes de junio de 1984, en plena Eurocopa de Fútbol y con el inicio de las vacaciones escolares. Las primeras escenas, antes del título, nos ponen en situación y allí conocemos a esta familia: Rita (Sofía Allepuz), nuestra protagonista de 7 años, su hermano de 5 años, Lolo (Alejandro Escamilla), su madre (Paz Vega), ama de casa hacendosa, y el padre (Roberto Álamo), un taxista malhumorado y violento en su proceder. Y la primera frase es la voz alegre de Rita al levantarse de la cama: “Lolo, despierta, que no hay cole”. A partir de aquí es la mirada de Rita la que nos acompaña en la historia, filmada a la altura de los niños y con adultos fuera de plano en numerosas ocasiones, con esa recurrente presencia de los pies y zapatos, y con la frescura de interpretación de los dos hermanos. Con su mirada (y sus pies) nos adentramos en su vida en la familia y en el barrio, mientras en el telediario se debate la ley del aborto en España o por la radio la madre escucha el espacio radiofónico de Rita Francis. Un guiño a lo que vamos sintiendo poco a poco, cuando Paz Vega (directora, guionista y actriz) nos va haciéndonos sentir en la piel de los hermanos.
Transcurre el día a día y se repiten escenas duras, con palabras gruesas que el padre machista dirige a esa esposa sometida, ante la mirada y los oídos de sus hijos, demasiado pequeños para entenderlo todo, pero con edad suficiente para sufrir. Y la pregunta de Rita a su madre: “¿Y por qué siempre tenemos que hacer lo que dice papá?”. Y es que las palabras violentas resuenan en el espectador con violencia, pero aún menor que la que sienten Rita y Lolo: “Te lo digo de verdad. El día menos pensado cojo la maleta y me largo. Y te quedas en Sevilla sola. A ver qué cojones hace, más sola que la una. Se acabó, a tomar por culo. Estoy trabajando todo el puto día en el taxi y vengo a casa y ni una puta cerveza fría. ¿Eh, qué pasa aquí? Tu marido es un mono, una puta mierda, ¿qué cojones pasa, a ver? No me faltes el respeto, no me jodas…” Solo un ejemplo del maltrato vejatorio del marido al llegar a casa y que contemplamos con la cámara fija en la cara de los niños mientras la discusión transcurre en un segundo plano. Cruel, muy cruel. Y Rita calma a su hermano con un cuento de fantasía que les evade la cruda realidad familiar.
Otros personajes de la vecindad se asoman a la historia. Como esa vecina que cuida ocasionalmente de los niños y enseña a Rita a bailar sevillanas, mientras le da ese consejo: “Porque los hombres en el fondo son todos unos cabrones, lo que yo te diga”, palabras que parten de su experiencia y de lo que sabe que ocurre en casa de la niña. Y ese niño algo mayor al que le gusta Rita y la regala una navaja, todo un símbolo o una premonición. Y transcurre el día a día de esa niñez con las máquinas de bolas, el afilador, los titiriteros con la cabra, el hule como mantel y el tabaco por doquier. Y ese día con el padre en la piscina, un día aparentemente feliz pero donde no falta el comentario machista: “Tu madre no tiene ni puta idea”. Y cuando fallece la abuela y Rita le dice a su hermano: “Lolo, arrodíllate y pídele cosas a Dios”.
Si es cierto que en junio de 1981 se había aprobado en España la Ley del Divorcio, pero también resultaba aún algo extraordinario y que marcaba inicialmente a las mujeres. Y ese es el camino que intenta tomar la madre y por ello le aconseja a su hija: “Escúchame bien, Rita: ¡nunca dependas de nadie!”. Y que nos aboca a un final aún más duro, por mucho que suene la canción “Todo pasará” de Matt Monro. Y que nos lleva a otro travelling final, casi como al principio de la película, pero ahora el ventilador ha pasado a ser una máquina de aire acondicionado. El tiempo ha pasado, no sabemos si Rita ha conseguido su sueño de ver el mar, pero la dedicatoria de esta película sigue siendo igual de contundente: “A todos aquellos que perdieron a su madre y vieron truncada su infancia por culpa de la violencia machista”.
Y es que los problemas de los adultos de la familia vistos a través de los ojos de los niños no es nada nuevo en el cine, y menos en nuestro cine español, donde nos acompañan grandes ejemplos como El espíritu de la colmena (Víctor Erice, 1973), La guerra de papá (Antonio Mercero, 1977), Alas de mariposa (Juanma Bajo Ulloa, 1991), Secretos del corazón (Montxo Armendáriz, 1997) o Pan negro (Agustí Villaronga, 2010). Y hoy llega Rita, que mezcla esa visión infantil a través de los resquicios de las puertas, con la denuncia a la violencia de género, como recientemente también hiciera la contundente película italiana Siempre nos quedará mañana (Paola Cortellesi, 2023), curiosamente otra ópera prima en la dirección de otra actriz, esta italiana. Bien por Paola Cortellesi, desde su Roma en la década de los 40, bien por Paz Vega, desde su Sevilla en la década de los 80. Sus voces son poderosas y las han filmado.